El Vestido de la Alegría

Boda Company
Cursos y máster en:
Wedding Planner, Etiqueta, Protocolo y Organización de Eventos.

http://www.campus-stellae.com


Artículo de: Natalia García Navarro

Alumna del Doble Máster en protocolo, etiqueta y organización de bodas


No hay un precio para la Felicidad. Cualquier día es bueno para celebrar, para recibir una buena noticia, un presente, un halago, o también para dar sin querer con un motivo de alegría cualquiera. Pero no por más planificada, estudiada ni prevista es menos real la explosión de sueños felices que ocurre en las bodas, en esos días extraños en que dos vidas convergen y apuntan en la misma dirección hacia el Futuro. Es un referente inmediato, un recuerdo siempre nítido, un Día Feliz cuya impronta se estira, en los más afortunados de los casos, para toda la vida, y que, como tal, requiere una enseña propia, un estandarte que compense por fuera tanta relevancia e ilusiones que fluyen por dentro. Por una vez, creo estar con la mayoría cuando afirmo sin titubeos que esa bandera, el símbolo indispensable de toda unión, es el vestido de la Novia.

Sin lugar a dudas: Ellas son el centro de la fiesta, el objeto de todas las miradas, la protagonista mayor, y como tal su atuendo ha de reflejar la trascendencia del momento. No es de extrañar, pues, los precios tan altos que llegan a alcanzar, y las elevadas partidas en el presupuesto matrimonial que se le dedican, ni tampoco la fugacidad de su empleo, pues difícilmente se luzca dos veces un mismo vestido de novia. Resultaría un tanto incómodo reciclarlo en un matrimonio posterior, y aunque se guarde para generaciones venideras, estas suelen tener sus propios gustos, muy raramente coincidentes con los de las anteriores.

Y a propósito de evolución, me parece curioso señalar que ya en la antigua Roma a las novias les comenzó a saber a poco el casarse ataviadas con la misma túnica blanca que usaban a diario, así que se envolvieron en un velo de gasa color púrpura, y se adornaron con una corona de flores. Sobre su color, es notable que a lo largo de la historia los trajes de novia no siempre han sido de los clásicos blancos (con sus tonos crema, marfil y champagne), sino que, por ejemplo, las novias lombardas se vestían con una túnica negra larga, sobre la cual se ponían un manto rojo; y de rojo con decoraciones doradas se vistieron en la Edad Media las novias, en representación de su realeza y poder. Ya durante el Renacimiento Italiano el color cedió importancia a la manufactura de la tela, bordada con piedras preciosas, perlas y diamantes. El siglo XVIII trajo el gusto por los colores pastel emulando en la costura las tendencias en las artes plásticas, y la emergente clase burguesa, siempre referente social de la moda, instauró el blanco y el velo en la cabeza como símbolo de riqueza, primero, y pureza e inocencia después.

La vertiginosidad ascendente de este siglo ha supuesto un cambio constante en la concepción del vestido de las novias: desde el uso de casarse de negro si se guardaba luto se saltó al acortamiento de las faldas en los años veinte, seguido en los treinta por una moda pasajera del traje sastre, desde donde se entró en la búsqueda de la estilización y del énfasis en la silueta femenina de los cincuenta. Por asociación con movimientos artísticos, se han catalogado de “barrocos” los vestidos de los años 80 y, por el contrario, de “minimalistas” a los de los noventa, llegando hoy en día a un verdadero festival de la imaginación y el diseño, donde, una vez más, sólo se puede extraer el factor común de la originalidad y del protagonismo.

Así pues, no tiene más remedio: El vestido de la Novia es el símbolo perfecto del clímax de su vida, o al menos de uno de ellos; es la única pomposidad suficiente, espectacularidad que está a la altura de ese momento en que suelen coincidir la madurez de la belleza de toda mujer con su plenitud y alegría absoluta, pero también flores de un solo día que lucirán en el recuerdo y las fotografías, depositario de nostalgias, marco y colores de la Felicidad.





Bodas Temáticas I: Las estaciones.

Boda Company
Cursos y máster en:
Wedding Planner, Etiqueta, Protocolo y Organización de Eventos.

http://www.campus-stellae.com


Artículo de: Eva Lidia Sánchez Carrillo

Alumna del Máster en protocolo y organización de bodas


Una pareja ha decidido que va a casarse y se pregunta: ¿Qué época del año es mejor para celebrar este día tan especial? En principio, cualquier estación es buena para casarse si se está ilusionado, aunque es cierto que casi siempre se prefiere la primavera o el verano ya que tienen una temperatura más agradable.

Todas las estaciones tienen sus ventajas e inconvenientes. Casarse en una estación u otra depende de varios factores, entre ellos y muchas veces el más importante: el presupuesto. En primavera y verano es más caro casarse. Aunque casarse en una u otra época del año también depende de las preferencias que se tengan en referencia a: la vestimenta, el tiempo libre disponible, si se quiere celebrar en un determinado lugar, no pasar frio o calor, la disponibilidad de los invitados, que guste más una determinada paleta de colores, etc.

A continuación se muestran ideas para bodas inspiradas y ambientadas en los colores de la naturaleza de cada estación del año. Son bodas localizadas en el hemisferio norte, puesto que el clima es opuesto en uno y otro en la misma estación.

1. Casarse en Primavera

La primavera, es la estación que comienza con el equinocio de primavera, entre el 20 y el 21 de marzo, y termina con el solsticio de verano, alrededor del 21 de junio.

La paleta de colores de la primavera es muy alegre y variada, está formada por colores vivos pero también admitiría colores pasteles. Así pues, en la naturaleza podemos observar los siguientes colores: rosa, morado, lila, amarillo, azul y verde.

Se piensa en la primavera como la época del amor, pero no hay que olvidar que es también época de lluvias, y habría que protegerse adecuadamente para ello con paraguas. La novia puede encargarlo como complemento con el el vestido, y existe la opción de tener comprados unos paraguas para los invitados como regalo. Además, en caso de que llueva sería conveniente reforzar la iluminación del lugar de la celebración, para que aporte más calidez.

El lugar de la ceremonia

Normalmente en primavera se van prefiriendo las celebraciones al aire libre, pero aún hay muchas parejas que deciden casarse en el interior de alguna iglesia, basílíca, …

El lugar celebración

Puede ser un lugar muy especial y relajante si se decora o se elige un sitio que contenga la paleta de colores. Al ser una estación sin excesivo calor, pero con bastante luz podríamos optar por lugares cubiertos por una carpa, o bien una cristalera.


La decoración

La decoración general se puede realizar con diferentes tipos de flores que contemplen los colores de la estación:

Las tartas.

El postre, puede ser un detalle más que encaje con la decoración. La elección del pastel de bodas dependerá de los gustos de los novios.

Las novias en primavera

Las novias en primavera se podrían caracterizar con un look juvenil y espontáneo, llevarian tanto en el vestido como en el cabello algún elemento de la naturaleza, en verde, ya sea una corona, un gorrito, una flor en el pelo.... Sus vestidos son de diferentes estilos pero tendrían en común que son vaporosos y suaves, con algún detalle en rosa o lila.


El Novio en primavera.

Puede ser más clásico o más moderno, siempre de acuerdo con el tono de la celebración.


Vestimenta para las invitadas

Las invitadas en primavera pueden lucir alegres diseños, dependiendo del més, el calor que haga, el lugar y el momento del día en que se celebre la la boda, en todo caso podrían llevar un chal acorde con el vestido para resguardarse del frio y/o del posible viento.